jueves, 15 de noviembre de 2012

Noticia de Interés!!!



El pinzón cebra no puede cantar si pierde la audición 






La pérdida de audición también puede tener un impacto en la capacidad del habla del ser humano, sugieren los investigadores.


Investigadores del Centro Médico Universitario Duke en Estados Unidos han realizado un estudio con el macho de pinzón cebra, también conocido por diamante mandarín, para investigar cómo afecta la pérdida de audición en las partes del cerebro que controlan la vocalización. Las aves cantoras difieren de los demás animales en que el canto de los machos para el cortejo cesa cuando estos pierden la capacidad auditiva.
Los investigadores descubrieron que las partes del cerebro de estos pájaros cantores que controlan el canto comienzan a deteriorarse durante las 24 horas posteriores a la pérdida de audición del ave.
“Al perder la audición, pudimos observar que se producían rápidos cambios en las áreas del cerebro que controlan el canto, lo que equivale al área de vocalización en las aves”, explica Richard Mooney, doctor y profesor de neurobiología del Centro Médico Universitario Duke.

Cambios visibles en las células nerviosas

Los investigadores utilizaron una proteína procedente de la medusa que sirve para iluminar las células nerviosas del pájaro cantor al observarse con un potente microscopio láser. Gracias a este método, pudieron determinar que la sordera desencadenaba rápidos cambios en las diminutas conexiones entre las células nerviosas.
El tamaño y la intensidad de las conexiones entre las células nerviosas cambiaban de forma visible bajo el microscopio, lo que permitía a los investigadores llegar a predecir qué pájaros cantarían peor en los subsiguientes días.
“Me aventuraría a decir que en los seres humanos se producen cambios similares en el cerebro al padecer una pérdida de audición, en particular, en el área de Broca, que es la zona del cerebro en el ser humano que controla la producción del habla, además de recibir información del sistema auditivo”, apunta Richard Mooney.
El estudio se publicó en la versión online de la revista Neuron.

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